martes, 5 de marzo de 2024

LA BÚSQUEDA

 

LA BÚSQUEDA

JOSEFA VICTORIA ALBENTOSA LLOFRÍU

EDICIÓN DE AUTOR

 




Conozco a Josefita prácticamente desde el momento en que fui destinado como profesor de Filosofía al IES Rey Carlos III de Águilas allá por el año 1987, pero no sabía yo que con el tiempo aquella incipiente amistad se haría más estrecha al coincidir en muchos intereses y aficiones comunes, la gran mayoría relacionados con la cultura en general y con la literatura en particular. No me voy a detener en la calurosa y más que agradable acogida que me dispensó la familia, así como en las aventuras y guerras literarias (esas batallas casi a bastonazos que he librado junto a Pedro Javier, su esposo) contra energúmenos de toda índole que, tantas veces enmascarados de afabilidad pretendían rentabilizar cualquier acción que se llevara a cabo a favor de sus intereses particulares, y es que el mal y, como consecuencia, el malvado, como señala Josefita en La Búsqueda, tiene la tendencia de enmascararse de Bien. Los palos en las ruedas fueron múltiples y también todo tipo de habladurías añadidas, pero, a pesar de ello no pudieron impedir la creación del Ateneo Aguileño de las Artes y las Letras con la subsiguiente validación y puesta en marcha de los numerosos proyectos culturales que salieron adelante gracias a esta plataforma, de los que solo nombraré, por su proyección en la Región y fuera de ella, los Encuentros con la Poesía en Águilas en sus sucesivas ediciones, que convocaron poetas nacidos o relacionados con Águilas con otros del contexto Regional y Nacional y convirtieron nuestro querido pueblo marinero en panacea de la poesía durante unos cuantos años. Águilas se lo merecía, se merecía continuar con su tradición cultural y allí estuvimos nosotros poniendo nuestro granito de arena, favoreciendo cualesquiera manifestaciones culturales.

 

La Búsqueda no es el primer libro de Josefita (o, más bien, cabría decir Josefa Victoria Albentosa Llofríu) que ve la luz pública, pero sí su primera novela. Previamente aparecieron Los cuentos de Josefita con una gran aceptación por parte de público y lectores. Son cuentos en sentido tradicional que siguen la estructura de planteamiento, nudo y desenlace, con la particularidad de que todos ellos hacen referencia a situaciones de la vida cotidiana, incluso a la biografía de la autora, escritos con una gran agudeza, con una mirada que ve los trasfondos de los acontecimientos y cala hondamente en la psicología de los personajes; como nota interesante, en el final de todos ellos la autora trata de resolver un problema de índole moral. Sencillamente son relatos deliciosos que harán un gran bien a quien se asome a ellos por la aquilatada sabiduría de vida de que hacen gala.

 

Centrémonos en La Búsqueda, la novela con la que nos regala Josefita y hoy presentamos (y dicho sea de paso, la autora me hace un gran honor al elegirme entre los posibles para tal cometido). El mismo título, La Búsqueda, es una incitación para las preguntas y las fotos que ilustran la portada dan una pista para su resolución. Sin embargo, antes de entrar a pormenorizar algunos detalles, diré que en esta novela, Josefita no pierde el referente de la cotidianeidad tal y como ocurría en los cuentos, aunque diría mejor, de su cotidianeidad, pues en el libro nos va a referir la vida (novelada, por supuesto) de dos de sus ancestros: de Manuel y de su hijo Alfonso Llofríu; respectivamente, bisabuelo y abuelo maternos. Son los dos hombres que aparecen en la portada, y fueron personas eminentes. El primero, el bisabuelo, Manuel, destacó en el campo de la Química y, el segundo, el abuelo, Alfonso, en la aplicación práctica de los conocimientos recibidos de su padre al mundo empresarial de la jabonería y perfumería.

 


Siempre he sospechado que las modas en el vestir no son el mero capricho de algún modisto o similar, sino que de alguna manera expresan la mentalidad o el espíritu de una época (y cambian porque ese espíritu previamente ha cambiado), así que detengámonos en los retratos de la portada para mejor desentrañar las páginas que le siguen. Ahí vemos a estos dos hombres con atuendos diferentes. El de la derecha, según tenemos el libro entre nuestras manos, Manuel, con chaquetón y pajarita, y la cara adornada con un bigote inglés, estilo victoriano, junto a unas barbas partidas, ochocentistas, muy típicas de la segunda mitad de siglo XIX. El de la izquierda, su hijo Alfonso, cambia el estilo, y se aprecia el cambio de época, el salto al siglo XX. No lleva pajarita sino corbata y tampoco chaquetón, sino chaqueta sobre la inmaculada camisa blanca; su cara está rasurada y el labio superior queda adornado por un clásico bigote chevron.

 

Cuando Josefita hace el retrato de Manuel, dice lo siguiente:

 

Aunque no mediría más de 1,80 centímetros de estatura, sus ademanes refinados y su distinguida apostura, unidos a unos increíbles ojos verdes de inteligente mirada y unas largas barbas al estilo ochocentista frente al despejado y oscuro cabello, representaban las características principales de Manuel.

 

La impresión que dan los dos hombres es la de una gran firmeza de carácter. En ambos se aprecia una mirada inteligente e incisiva, la frente es despejada y firme el mentón, con un ligero hoyuelo en el centro; tras ellos, y enmarcándolos, hay una pantalla con fórmulas matemáticas y químicas debida al genio de Alejandro Martínez Albentosa, uno de los hijos de Josefita, a quien se debe la portada y maquetación de la novela. Dicho esto, si damos la vuelta al libro y contemplamos la contraportada, nos encontramos con la fábrica de jabones que Alfonso Llofríu montó en Buenos Aires y, como dato curioso, si aguzamos la vista, veremos en el centro de la misma a una niña. Es Victoria, una de las tres hijas de Alfonso y tía de Josefita.

 


Pero hemos dejado sin responder la pregunta que hacíamos: ¿por qué el título de La Búsqueda cuando podía haber sido otro diferente? No creo contradecir las opiniones de Josefita si digo que el ser humano tiene algo de prometeico que le hace no estar satisfecho con nada, que porta en su interior un fuego que lo abrasa por el que busca la inteligencia de las cosas y por el que aspira a la eternidad. Este fuego es sublime y peligroso a la vez, es un don que lo incita a una constante búsqueda: a la búsqueda de su esencia, de lo que realmente es, esto es, a la búsqueda de aquello que lo asemeja a Dios. El protohombre, la pareja Adán-Eva, fue expulsado del Paraíso, pero aun así sus descendientes insistentemente buscan su retorno al mismo, a veces por caminos demasiado tortuosos como quizá puedan ser los de la Química… ¿Qué importante descubrimiento ha hecho Manuel Llofríu trabajando en la soledad de su laboratorio? ¿En qué fórmula se condensa el culmen de sus investigaciones, muy en consonancia con esta actitud prometeica de la que hablamos? Es algo que excede al mero conocimiento químico e involucra tanto al cuerpo biológico como al espiritual y en manos que no fueran las adecuadas tendría un gran poder de destrucción.

 

El tema, desde luego, da de sí y a la par que nos sumerge en interesantes cuestiones teológicas y filosóficas, me hace pensar en aquellos investigadores solitarios del siglo XIX, encerrados en sus laboratorios, buscando los secretos de la vida. ¿A qué descubrimientos no llegarían y qué nos trasmitieron de aquello a lo que llegaron? ¿Lo fue todo? Es el caso de Manuel, prototipo de aquel hombre de ciencia, de ese investigador solitario que muchas veces mantenía en secreto algunos de sus descubrimientos o, a lo sumo, hacía partícipes de ellos a un pequeño grupo de “iniciados” (llamémoslos así), y, en el caso que refiere la novela a aquellos que estaban agrupados en una sociedad secreta cuyo nombre “Los nuevos alquimistas” ya nos revela los propósitos que perseguían. Pero yo no voy a revelar más de lo que debo, lógicamente, porque sería un mal presentador si hiciera de espolier. Tal eventualidad, por consiguiente, la dejo para que la descubra el lector, aunque sí diré que esta, la búsqueda de nuestra propia esencia, es el eje principal sobre el cual se vertebra la novela.

 


La Búsqueda, con estos prenotandos, se sitúa en la plataforma de salida, y Josefita le da el primer impulso, en un alarde de buena literatura, de esta manera:

 

Los finos visillos del ventanal de la estancia parecían palomas blancas a punto de levantar el vuelo, empujados por la leve brisa que se colaba por uno de los ventanales entreabierto del salón.

 

Está a punto de romperse un jarrón e inculparán al pequeño Alfonset de su rotura; nos situamos en Elche, en la propiedad de los Llofríu. Del matrimonio de Manuel con Antonia Coquillat han nacido dos varones; el primero Gumersindo que estudiará Farmacia y llevará una vida relativamente despreocupada y sin relieve y, con cinco años de diferencia, el menor, Alfonso, un poco rabo de lagartija, travieso, inquieto, valiente, con una enorme curiosidad por aprender y una gran admiración por su padre. Por eso el ama le cuenta historias de su progenitor con las que lo entretiene. De este modo, utilizando esta técnica narrativa, Josefita descubre al lector las personalidades de sus dos ancestros. Nos enteramos de las peripecias de Manuel, su bisabuelo, cuando hizo el viaje que le cambiaría la vida, parte de él, en diligencias de caballos de postas, y, otra parte, en el recién estrenado ferrocarril, cuyas líneas se tendían a gran velocidad por toda Europa. Manuel con su primo Mario Coquillat hizo casi un viaje épico, pues fue a estudiar Química Orgánica y Taxidermia, ya que en España no había Universidad que ofreciera estos estudios, a la Universidad alemana de Bonn con el profesor Klaus Wiscutterman, uno de los más eminentes químicos de la época.

 

Manuel estudia Química en un momento crucial, ya que se está produciendo un revolucionario cambio de paradigma en dicha disciplina. Está naciendo la Química Orgánica y molecular que sintetiza sustancias orgánicas en cuya composición se encuentran las moléculas del carbono y del hidrógeno, en contraposición a las concepciones que sostenían que se necesitaba una “fuerza vital” para producir dichas sustancias. La Universidad de Bonn es el centro donde prominentes químicos asisten ese cambio, en la que, aparte del mencionado Klaus Wiscutterman, por la época en que Manuel estudia imparte sus clases ni más ni menos que August Kekulé, descubridor de la molécula del benzeno y uno de los padres de esta disciplina. También cabría decir que gran parte de los primeros premios Nobel de Química recayeron en compañeros de Manuel.

 


Tras sus estudios, Manuel vuelve a España, y a la par que sigue sus investigaciones químicas y la aplicación de estas al mundo de la jabonería y perfumería (por las que más tarde será galardonado, dicho sea de paso, con una medalla de oro impuesta por el ministro del momento al mejor fabricante perfumista del siglo XIX), intenta rentabilizarlas con el proyecto de una fábrica de jabones, primero en Madrid, y más tarde en Sevilla. Son peripecias agridulces, pues la fábrica de jabones de Sevilla se la lleva la gran riada del año 1882. Josefita describe este luctuoso episodio, aun siendo grave, con una gracia especial cuando Manuel cuenta este incidente a su hijo Alfonso:

 

La fábrica de jabones, como otras muchas industrias, fue anegada por las aguas; pero en el caso nuestro, con la mala suerte de que arrasó con todos los perfumes y colorantes que teníamos almacenados. El penetrante perfume se expandió en el ambiente manteniéndose durante varios días y los sevillanos comentaban que, a pesar de las desgracias tan grandes ocurridas durante la riada, nunca en la vida iba a oler Sevilla de aquella manera tan maravillosa. También el Guadalquivir llevaba en sus aguas, como si de un arco iris se tratase, mezclas de los colores vivos arrastrados: añiles, rojos, amarillos, todos ellos en una extraña mescolanza. Fue un espectáculo difícilmente repetible. Muchas personas se quedaban atónitas viendo pasar aquel rebosante río multicolor.

 

A esta desgracia que acaba con muchas esperanzas de Manuel, se suman otras como el acoso que sufre por colegas envidiosos o la ruptura pacífica de su matrimonio y, por descontado, la quiebra de sus finanzas en la turbulenta e incierta España que le tocó vivir. Y es que esa España del siglo XIX dejaba mucho que desear en cuanto a estabilidad política se refiere. Este es un siglo convulso en que abundan las Revoluciones y acontecimientos sociales. Tras la guerra de la Independencia y la sublevación de las colonias de ultramar, se suceden hechos tan importantes como las guerras carlistas, la coronación y el subsiguiente derrocamiento de la reina Isabel II debido a la Gloriosa del 68, la instauración de la I República, las guerras cantonales y la de Cuba, para llegar en 1875 la Restauración borbónica con Alfonso XII y la instauración de la alternancia en el parlamento entre liberales, liderados por Sagasta, y conservadores, liderados por Cánovas, que sigue dejando sin solución los problemas sociales. Este es un siglo donde se agitan grandes inquietudes y chocan múltiples intereses, un siglo de agitación en las calles y la Universidad.

 


Para evitar la ruina del padre, con diecisiete años Alfonso se embarca para Argentina, la tierra prometida de aquella época, y lo hace en la cubierta de un barco ya que no tenía dinero suficiente para pagar un camarote. Llegado al puerto de La Plata, no tiene callos en las manos para emplearse de estibador. Pero no voy a contar los pormenores de esta interesante novela, por lo que solo daré pinceladas sobre la misma. Al cabo de un año, Alfonso regresa a España para asistir al padre, pero tras la repentina muerte de Manuel, de forma misteriosa, tal que podría pensarse en un asesinato operado con artes oscuras, retomará y pondrá en solfa los negocios familiares. Buscando el mejor lugar que pueda afrontar una precaria economía, monta una fábrica de jabones en la localidad cacereña de Navalmoral de la Mata; para ello habilitará una antigua iglesia desacralizada recorrida por los fantasmas.

 

Como en España las cosas no le van del todo bien, Alfonso Llofríu volverá a Argentina, donde armará una floreciente empresa de jabones y perfumes que exportará a diversos destinos en Europa. Sus viajes de Argentina a España, y viceversa, serán frecuentes, hasta que decide, una vez muerta su primera mujer, Magdalena (una aguileña, dicho sea de paso), y sufridos una serie de descalabros familiares como el óbito de su hija Carmen, al igual que Magdalena por la tisis, o la prohibición taxativa de ver a su único nieto, casarse en segundas nupcias con la prima hermana de Magdalena, su cuñada Victoria. A instancias de esta última decidirá regresar a España y, aun cansado y bastante abatido, seguirá haciendo lo que sabe hacer: montará una fábrica de jabonería. Esta vez en Águilas, la pequeña patria de Magdalena y Victoria, concretamente en El Rubial.

 

Un buen día, Alfonso se siente mal. Una punzada en el pecho le avisa de que algo no va bien. Entonces se le aparece su ángel de la guardia a quien, siguiendo el ejemplo de su padre Manuel, reza todas las noches y al que ha sentido como un amigo protector a lo largo de toda su vida:

 

—¡Alfonso, despierta! ¡Alfonso, tranquilo; todo irá bien! ¡Despierta! Alfonso, soy tu ángel de la guarda, al que te has encomendado toda tu vida.

Alfonso abrió sus ojos a la luz, lanzó un largo y sonoro suspiro y se derrumbó sobre la mesa, abandonando su paso por este caprichoso e inestable mundo.

 

Y ahí termina la novela, no sin recordar la autora que “mientras estamos en la tierra los ojos se mantienen cerrados y se abren cuando la abandonamos”.

 


Para concluir quiero resaltar algo ya mencionado. En La Búsqueda aparecen dos prototipos de hombre: Manuel, el intelectual y erudito, el investigador, y, Alfonso, el hombre de acción, el emprendedor, el ejecutor, y, diría, el batallador. El resto de la constelación de personajes que irán apareciendo en la trama gravitarán entorno a las biografías de estas dos personalidades, con sus luces y sus sombras, sus afectos y desafectos. La Búsqueda se convierte, de esta manera, en el tributo y sentido homenaje que la nieta y bisnieta de ambos personajes, Josefita, les rinde transcurridos los años. Pero hay algo más, al hilo la autora mostrará un trasfondo, a veces sugestivo, a veces inquietante, del poder de la ciencia, en este caso, del poder de la química como heredera de la alquimia medieval y de la búsqueda que esta hacía de la piedra filosofal, que no era otra cosa sino la trasformación del hombre externo, sacudido por los diversos avatares y circunstancias, en hombre verdadero, hombre esencial, incólume, trasformación que operaban los misterios menores a que se sometían los iniciados.

 

Por otro lado, si nos fijamos ahora no en el fondo sino en la forma, la novela roza el realismo, pero no se ciñe exclusivamente a él, puesto que da un salto al realismo mágico y airea el trasfondo de intrigas y fuerzas ocultas que hay detrás de una realidad meramente aparente. Es una novela dinámica, de lectura agradable con una gran musicalidad y cadencia en las frases, un ritmo de las palabras en descripciones diamantinas que Josefita sabe conjugar con unos diálogos reveladores. La técnica que utiliza la autora para darle rapidez y agilidad a la lectura es la de salpicar la narración con numerosos flasch-back; con esto consigue, aparte de la agilización de la lectura, involucrar de forma velada al lector en la construcción de la propia narración.

 

Pertrechémonos para la lectura de La Búsqueda, puesto que las calles de Madrid, o de cualquier ciudad donde nos encontremos, quizá Murcia o Águilas, parafraseando a Josefita, a ciertas horas de la noche, húmedas y neblinosas, con el suelo empedrado y resbaladizo por el relente y el chasquido permanente de los caballos tirando penosamente de los carruajes, parecen una sinfonía bulliciosa.

 

                               Jesús Cánovas Martínez©

                               Filósofo y poeta

                               Ad astra per aspera.

viernes, 17 de febrero de 2023

RELACIONES IMPOSIBLES

 

RELACIONES IMPOSIBLES

PEDRO DIEGO GIL LÓPEZ

MURCIALIBRO

 


Leer Relaciones Imposibles de Pedro Diego Gil López ha sido un auténtico disfrute, tanto por su estilo narrativo como por el tema que aborda. Con una prosa segura, firme, vigorosa, medida y trabajada, en el mejor de los sentidos, el autor encara, con una gran profundidad de la mirada, el tema del amor. Y, al hilo, nos propone el tema del sentido. ¿Qué sentido podría tener una vida si es ajena al amor? Ahora bien, para abordar este tema, Pedro Diego hace una pirueta y los personajes que nos propondrá, aquellos en los cuales brotará el amor del certero pero ciego dardo del travieso Cupido, compondrán parejas radicalmente disímiles por lo que sus relaciones rayarán lo imposible. ¿Lo imposible? Quizá no, porque el amor allana caminos y hace converger lo imposible.

Son ocho narraciones diferentes, anunciadas con las mayúsculas de las letras del abecedario. El amor puede surgir entre una mujer policía y un conocido delincuente. También puede que surja entre un sacerdote y una prostituta. O, ¿por qué no?, entre la cajera de un supermercado y un pedigüeño que proviene del África negra y apenas conoce unas palabras del idioma del país inhóspito que le ha acogido. No se rizaría ningún rizo si pudiera aflorar entre las gentes del circo, pero sí lo sería si surgiera entre una mujer enana y el Adonis que ejerce de trapecista. ¿Y si nos encontráramos que florece entre una mujer solitaria y de fuerte carácter que realiza trabajos tradicionalmente masculinos como pilotar el tractor con el que araña la tierra y el capataz, dado a ensueños eróticos, encargado de supervisar su trabajo? Una mujer dura, exquisita y de feminidad cortante como un cuchillo, ¿se podría enamorar de un bala que después de estudiar Derecho a lo único que ha llegado es a repartidor de pizzas? Un policía en el escenario de un reciente crimen, ¿a raíz de una uña pintada de color rosa del dedo gordo de un pie podrá sumar indicios hasta descubrir una sorprendente y aterradora realidad que involucra a su mujer y a él? La última historia se desarrolla en la cafetería de un supermercado de los extrarradios de una ciudad, y lo interesante de ella no es solo la relación que se establece entre una camarera, mujer derrotada por la vida (y hasta se podría decir chuleada), con el compañero que en secreto está enamorado de ella, sino también el hecho de que las siete parejas disímiles que el autor nos ha presentado anteriormente quedan convocadas en su pequeña trama, ajenas todas a la orquestación que el autor está realizando. ¿Son títeres del destino? ¿Sus vidas se acomodan a un fatum que no pueden evitar? ¿Hasta qué punto son libres para elegir el amor o la soledad? Las preguntas se amontonan en la mente del lector, pero mientras esto sucede los personajes cobran vida y el lector mismo tiene la impresión de que es uno más, hasta el punto de que puede interactuar con ellos, preguntarles, entablar conversación si fuera el caso para que estos le abran su intimidad. Cogiendo la alegoría del circo y pensando en una de las historias más conmovedoras, la de la enana y el trapecista, es la última pirueta con que el autor sorprende al lector. Pedro Diego ha utilizado este poliédrico recurso para indagar en el amor y en el concomitante sentido que con su vivencia puede adquirir la existencia humana.



Las historias quedan hiladas con unas reflexiones al inicio de ellas. Reflexiones que son tan interesantes como necesarias porque revelan los propósitos del autor a la hora de escribirlas y conducirlas hacia un final feliz o trágico. Cualquiera de ellas supone una indagación en la naturaleza humana, y muestran todas lo frágiles que somos y que tras una capa de aparente indiferencia o sobriedad habita en nosotros la pasión, la inclinación al sexo y la renuncia a la soledad por la búsqueda del amor. Un amor que cimbrea en el interior de cualquier personaje, pronto a saltar como tigre agazapado. Un amor humano, tremendamente humano, que surge como una extraña y exótica flor entre lo inverosímil de unas vidas que poco tienen en común y busca trascenderlas.

 

No importa qué personas son las que están predestinadas a amarse. No hay ningún estudio previo de matching genético. Es como si existiera una gran bóveda dentro de un enorme recinto, donde reina una gran oscuridad; un edificio insospechadamente grande que alberga en lo más alto de su construcción millones y millones de bombillas, todas apagadas, cada una representando a una persona, que gracias a un desconocido interruptor hace posible que solo dos de ellas se enciendan,

 

nos dice Pedro Diego al inicio de una de estas historias. Y es así, ¿por qué surge el amor entre dos seres? No lo sabemos, aunque pueden confluir varios factores, el más elemental quizá sea el instinto, la atracción física, el deseo carnal:

 

Luchamos con todas nuestras fuerzas, desesperados por darnos un gozo continuo, algo que iba a ser definitivo, que nos iba a unir para siempre como si dos animales de la misma especie se hubieran encontrado en medio del desierto, después de vagar en solitario mucho tiempo en celo, el uno sin ser capaz de encontrar un macho y el otro sin haber podido jamás encontrar una hembra.

 

Pero hay otros: la curiosidad, la lástima, la benevolencia, el afán protector, la soledad excesiva, un choque de frescura… Difícil enumerarlos todos, pues cada persona es diferente y vive en circunstancias diferentes. Lo cierto es que según el autor el amor no es un experimento, la atracción no es una prueba física ni el magnetismo entre dos personas es un desafío. El amor es el sentido de la vida, la certeza de las certezas y el porqué de vivir. Antes del amor está el vacío, la nada, la incertidumbre.

 



Los escenarios que enmarcan las historias varían desde un tórrido verano a un inclemente invierno, desde el asfalto de la ciudad hasta una campiña no necesariamente bucólica; los caracteres de los enamorados entrechocan, y lo que vivían y creían que era el sentido de sus vidas, si es que lo tenían, se les ha venido abajo. Nada perdura en su ilusión, todo se desvanece como un sueño, tan solo el amor es permanente o su recuerdo. Así toma también cuerpo el amor que se vivió o que podría haber sido si no lo hubiera truncado la muerte, porque la muerte tristemente también entra en el juego que Pedro Diego Gil López nos propone, como la misma esperanza; una ventana abierta a cualquier posibilidad.

Relaciones imposibles de Pedro Diego Gil López supone en última instancia un tratado del amor y suministra los ejemplos oportunos.

 

                        Todos los derechos reservados

                        Jesús Cánovas Martínez

                        Filósofo y poeta.

                        Ad astra per aspera.

martes, 29 de noviembre de 2022

DIARIO DE UNA CINCUENTAÑERA

 

DIARIO DE UNA CINCUENTAÑERA

MARIÁNGELES IBERNÓN VALERO

LA ROSA DE PAPEL

 


Una mala caída, un porrazo tonto con rotura de rótula, llevan a la autora, Mariángeles Ibernón Valero, a replantearse problemas vitales y a escribir este diario durante el período de convalecencia. Lo constituyen veintiocho reflexiones que se suceden como latidos de un corazón que quiere derramarse, como martillazos del alma de la autora con los que quiere imprecar al lector y hacerlo partícipe de su propio itinerario de curación. Los textos irán apareciendo, durante su convalecencia y rehabilitación, en el Facebook y con ellos, al despertar del sol con cada amanecer, sorprenderá a lo largo de los sucesivos días de un caluroso verano a los amigos que la seguimos.

Diario de una cincuentañera destila verdad, generosidad, empatía, amor: alegría de vivir la vida, en definitiva, pues lo que prima en él es una concepción vitalista de la existencia. Y este aspecto práxico y vital se subraya continuamente, casi machaconamente a lo largo de sus páginas. Cuando se piensa, en el sentido de reflexión, se atrae el pasado, y los recuerdos pueden hacer aflorar la nostalgia; pero si se actúa, se actúa de cara al futuro, hacia la consecución de objetivos marcados, hacia lo porvenir, y tal resolución lleva implícita la esperanza. Sin embargo, pasado y futuro, convergen en el presente, único punto, tan real como fugitivo, donde se comprende la propia existencia; así que, pensar y actuar, se resuelven en el espectar, contemplar, y contemplar es entender en un golpe de luz el “yo soy”, intuir de repente lo que se es en el aquí y ahora. Ni cualquier tiempo pasado fue mejor, ni cualquier tiempo futuro será peor; ni mejor ni peor, el tiempo de la vida es el tiempo del ahora. Y el ahora, un ahora núbil, grácil, renovado, siempre punto de partida, alegre como la mañana, es en el que pivota la autora y nos lo ofrece con una soberana carga de inocencia.

Cierto es que tal punto vitalista no se puede racionalizar propiamente; no hay argumentos contundentes para esclarecer tan meridiana verdad. La vida, por el contrario, está para vivirla y la razón es uno de sus añadidos. Cualquier acontecimiento puede esconder una revelación, cualquier accidente traumático catapulta hacia una catarsis. De esta forma la crisis se resuelve en su doble sentido de “juicio” y “oportunidad”. Oportunidad, ¿de qué? De renovación. En su primer golpe de luz dice Mariángeles:

 

Los cambios asustan. Bloquean. Pero cuando amaneces sabiendo que tu vida ya no palpita de la misma manera, puedes hacer muchas cosas. Mirar hacia otro lado o comenzar una nueva aventura. Yo he elegido cambiar el chip. Porque esta vida que tenemos es una y, al margen de lo que algunos crean, no espera a nadie.

 


Ahí está el programa, por tanto, el proyecto: en el comienzo de una nueva aventura, en el no arredrarse y echar hacia adelante con coraje y ganas de vivir, porque no hay que dejarse hundir, o dejarse morir, que viene a ser lo mismo, tal como el viejo Sancho aconsejaba a Quijote cuando se hallaba en sus postrimerías. Esa sería la mayor de las locuras, y Mariángeles, sabedora de que lo es, la conjura desde el inicio de su Diario:

 

A pesar de haber estado tan expuesta, tan rota, tan hundida, me he sabido agarrar de la mano, mantenerme a flote. Recoger mis pedazos.

 

El aspecto de praxis vital se subraya con insistencia en el Diario, el trabajo del día a día por conquistar la plenitud, el ser de lo que somos, la realización:

 

Yo elijo trabajar eso que algunos llaman buena suerte y no, nunca debemos sentarnos a esperar. Pase lo que pase, jamás hay que sentarse a esperar… Los sueños conquistan el imaginario de los valientes, los cobardes están ocupados buscando excusas y culpables.

 

En otro momento, sabedora de la existencia de Kairós, del tiempo de la oportunidad, que llega pero rápido pasa; sabedora también de que nadie se lo regalará sino su propio trabajo, expresa con meridiana certidumbre el aserto:

 

Exigir nuestro sitio es un error. Los lugares le pertenecen a uno cuando el destino y el momento perfecto se unen al esfuerzo de nuestro trabajo.

 

Quien llega a tal conclusión ha alcanzado, por así decirlo, la sabiduría. Cuando el trabajo y el destino y el momento perfecto, el Kairós, se aúnan, incitan a una revolución en nuestra vida. Ahora bien, el expectante del tiempo de la oportunidad es uno mismo, y uno mismo es el que ha trabajado para ver ese momento acondicionando su mirada. Sí, en uno mismo está la llave de su propia conquista y, por consiguiente, de la conquista de sus sueños y felicidad. Y el golpe de luz nº 6, espero que Mariángeles me permita hablar de esta manera, es especialmente esclarecedor en este sentido ya que ofrece el ideario de vida de la autora. Dejo al lector que lo descubra por sí mismo, aunque no me resisto a reproducir su inicio, de por sí muy revelador:

 

NO SOY UNA SUPERMUJER,

ni falta que me hace, conozco mis límites.

 

Y es que la aventura, la nueva y verdadera aventura, la conquista de sí, el “serse”, comienza poniendo los pies en la tierra. Ahora bien, sin dejar nunca de lado la alegría y la aspiración suprema a la felicidad. Y sin arredrarse, sin hacer caso al qué dirán e invitando a la aventura a todos aquellos que estén en la misma honda. La autora raya la genialidad (genial por sincera), cuando declara:

 

A VECES DICES QUE ERES FELIZ

y te miran con sospecha, como si la mentira fuera la única explicación, como si no pudiera compartirlo.

 

El sentido de la vida, pues, es el trabajo diario, y la felicidad consiste en el camino diario que hay que realizar para ser feliz; ese esfuerzo que hacemos, y debemos hacer, para vivir la vida en plenitud.

Cuando hago la reseña de un libro siempre me dejo muchas cosas en el tintero que me gustaría decir pero no digo. Y no digo porque es el lector quien tiene la última palabra, o, por lo menos, su palabra, que bien puede contrastar con la mía. Por mi parte, lo que pretendo es incitar a la lectura, correr las cortinas para que el que quiera vea la función. Nada más. Y nada menos. Porque como nadie me obliga soy libre para decir lo que quiero y pienso. Diario de una cincuentañera de Mariángeles Ibernón es algo más que un Diario, algo más que un libro de autoayuda, aunque así podría parecer; es directamente una gozada. Es un libro ideal para quienes buscan la autenticidad. La autora se sincera hasta los tuétanos y se nos muestra tal y como es, sin cortapisas, con valentía. Y nos recuerda su gran pretensión, que nos la ofrece hasta el punto de que también la hace nuestra:

 

Pero como me encanta llevarme la contraria, he decidido encontrarme y embarcarme con mi presente, que me recuerda días felices por llegar. Así soy feliz cada día…

 

El punto y final no está puesto. Queda la invitación al lector.

 

 

                                  

                                   Todos los derechos reservados

                                   Jesús Cánovas Martínez©

                                   Filósofo y poeta.

                                   Ad astra per aspera.

domingo, 20 de noviembre de 2022

"CUENTOS COMPLETOS" DE FRANCISCO JAVIER ILLÁN VIVAS

 

CUENTOS COMPLETOS

FRANCISCO JAVIER ILLÁN VIVAS

PRÓLOGO DE LUIS ALBERTO DE CUENCA

M.A.R. EDITOR


 


Me va a permitir el autor, antes de nada, una pequeña enmienda a la totalidad; esta hace mención al título del libro, Cuentos completos. A mi modo de ver le falta una apostilla, que sería: hasta la fecha, pues Francisco Javier Illán Vivas está en la plenitud del vigor  creativo, y es de esperar que por mucho tiempo. Así que no debemos pensar que ha cerrado algún ciclo de producción, como puede ser el de la narrativa breve (la publicación de las Obras Completas suelen hacerlas los herederos); es más, estoy seguro de que a más no tardar nos sorprenderá gratamente con nuevos relatos.

Son sesenta cuentos los que componen el volumen, escritos a lo largo del dilatado período de tiempo de cuarenta años: cuarenta y siete de ellos aparecidos en diversos medios y debido a diversos motivos, sea en el volumen de 2013 La Isla y otros relatos, o en revistas y antologías e, incluso, en programas radiofónicos; los otros diecisiete hasta este momento eran inéditos. El orden de secuenciación de los mismos obedece a los arcanos de la mente del autor que yo ni siquiera trataré de desvelar.

La primera impresión que he recibido de estos Cuentos completos es la comunicabilidad que mantienen los relatos, como si estuvieran dotados de puertas y ventanas, y pasadizos secretos que los conectaran con el resto de la obra del autor y consigo mismos; algo que quizá responda a la intención consciente por parte de F. J. Illán Vivas de crear laberintos, puentes de conectividad e incluso pozos ciegos sin posible salida. Otra imagen que me viene a la cabeza para caracterizar el libro, aparte de la del laberinto, es la de un castillo interminable con dependencias, pasillos, salones, cámaras y fosos donde aguarda la sorpresa.

Al respecto de la interconexión que mantienen los textos traigo un par de ejemplos. Salta a la vista que el protagonista de Mi tiempo (relato publicado en 1982 en la revista Guía del Sureste) es el mismo que el del relato Condenado a una muerte efectiva (aparecido en 2012 en la antología Los mejores terrores en relatos después de treinta años de que apareciera el primero). El mismo despacho, el mismo orden de los objetos, la misma impoluta atmósfera casi decadente, la misma parsimonia del protagonista y los mismos actores secundarios…, y como música de fondo Carmen de Bizet; de repente, un estallido de vidrios que conducirá a dos posibles desenlaces. Otro ejemplo podría ser la concatenación que mantiene el cuento El gran secreto (aparecido en la revista LML en 2006) con los impecables inéditos que le siguen: El jardín, Tarde de lluvia en Nueva York y La primavera se negó. En los cuatro el protagonista es una mujer que habla en primera persona y los cuatro están traspasados por un especial lirismo con sabor a cartas, a misivas que nunca serán contestadas; a los cuatro recorre la sensación de derrota y de muerte, y los cuatro están dotados de una floral melancolía. En El gran secreto una mujer triunfadora, diplomática para más señas, recorre por las noches los bajos fondos de las ciudades a las que le lleva el destino, así pasea su vacío interior; ha triunfado profesionalmente, pero ha fracasado en el amor. Los siguientes relatos inciden en la sensación de fracaso amoroso, de muerte y renacimiento; un jardín otoñal que renace cuando los enamorados dicen al unísono “te quiero”; un banco del Central Park de Nueva York bajo la triste lluvia del atardecer precipita el recuerdo y la emoción; cuando el espíritu escapa, quedan las cenizas, pero cenizas impregnadas de un germen que nuevamente puede hacer brotar la vida (Una bellota contiene la creación de mil bosques, recuerda el autor citando a Emerson). El lector, si así le place, puede buscar otras correspondencias entre los cuentos que integran el volumen, y seguro que las encontrará.



Pero estos cuentos no solo están conectados entre sí, sino que muchas veces mantienen un vínculo con el resto de la producción literaria de F.J. Illán Vivas, especialmente la fantástica concerniente a la saga de La cólera de Nébulos. Vengo al caso de La espada. Dos parejas mantienen una amigable velada cuando el protagonista se aparta de sus invitados y de alguna manera es llamado por la espada que cuelga de una pared. La compró “en una rancia tienda en Toledo, a precio casi de saldo” y hasta ese momento la tenía olvidada. La espada le atrae de tal manera que termina por cogerla entre sus manos y al tiempo se le despiertan varias neuras, pero el hilo del relato no corre hacia el desenlace que el lector supuestamente prevé. El protagonista recuerda el nombre de la espada Dragonia, y esta le transporta, allende el tiempo y el espacio, a un lugar o dimensión paralela, donde la magia es posible. Judit aparece en el relato Pesadilla (publicado en 2004, con motivo de un homenaje a Robert E. Howard, en la revista universitaria El chino del maletín) y sabemos del carácter infernal de esta engañosa belleza que despierta las desenfrenadas pasiones, la concupiscencia más atroz y vampírica, por El retorno de la espada (2021).

Una característica de gran parte de los cuentos que integran el volumen es la técnica utilizada al escribirlos. Generalmente los abre un párrafo brillante que capta la atención del lector; acontece luego un relato que comienza a ser previsible, pero el autor, en un momento dado, de manera imprevista da un giro de tuerca al hilo conductor, a veces dos, o tres, con el que cambia el sentido de la narración. El lector queda confundido hasta que encuentra el nuevo hilo (ahora onírico o quizá fantástico, diferente en cualquier caso); finalmente, el cuento se cierra de modo también sorpresivo, y brillante. He mencionado antes La espada, que puede servir de ejemplo; sin embargo, vengo a reparar en el que lleva por título Concierto, privado, de Navidad (publicado en Matar a quienes manejan la economía, 2014). Choca ya su título con ese apóstrofe: privado, y su primer párrafo es impactante:

 

Cuánto le apetecía en aquel momento un cigarro, y su recuerdo se marchó hacia una dacha a las afueras de Omsk, cuando, rodeado de aquellos cuatro desconocidos, bebían, fumaban, cantaban y él, como siempre, hacía sonar su vieja getzen, la misma que le acompañó en el recital del Metropolitan hacía treinta años… La había besado tantas veces que sus labios, y la boquilla, tenían una huella común, capaz de acoplarse con más perfección que dos amantes.

 

Un famoso concertista está enfermo de muerte. Sabiendo que le queda poco tiempo de vida se decide a dar dos conciertos privados ante un selecto grupo de personas. Uno en la Fundación March donde interpreta el Concierto nº 3 para piano de Rajmáninov, adaptado para trompeta por primera vez en la historia. Sin embargo, la vuelta de tuerca sucede inesperada; estamos cercanos a Navidad y falta el árbol. Tras la composición del significativo símbolo navideño, el viejo concertista, sumido en sus reflexiones, esputando sangre, esperando a Ella, aunque sin miedo, se dirigirá a Moncloa para dar su segundo concierto.



No falta el humor y la broma en estos Cuentos completos. Un relato que me ha hecho especial gracia en este sentido es el que lleva por título La flema inglesa (publicado en Londres en 2017). El relato está escrito con la misma técnica de la sorpresa que he descrito antes, pero si en el Concierto, privado, de Navidad el humor se adosa con tintes negros y de muerte, aquí lo hace con sesgo erótico y festivo. Asistiremos al desconcierto de un pobre Asperger cuando asiste a un curso intensivo en Londres y conoce a María Victoria de los Ángeles, Viki, chica algo alocada, moderna y sin complejos que durante tres días le irá descubriendo ciertos entresijos de la vida londinense. Licaón en Moncloa (publicado en Anatomías secretas, 2014) es otro ejemplo del humor un tanto negro que gasta F.J. Illán Vivas. Un científico, demasiado soberbio, que ha investigado sobre la capacidad de mutación, comienza en primera persona alabándose a sí mismo:

 

Soy el Maestro en mi campo, la autoridad mundial única y he alcanzado el aburrimiento, no hay riesgo en mis estudios, en mis proyectos.

 

De cara a esa introducción la hilaridad está servida. Anselmo Casillas se llama el científico y lleva algo entre manos. Pero el autor está dispuesto a jugar con el mito de Licaón para trastornar de forma drástica, y risible, los proyectos del eminente científico.

Se podría decir que Licaón en Moncloa es un cuento con moraleja, pero hay alguno más. Subrayó dos de ellos; en uno se castiga la ambición desmedida, La leyenda del cactus (publicado en la revista LM Literaria, diciembre de 2005); en otro, Caballero del honor (publicado por primera vez en la revista Guía del sureste, mayo de 1983) donde, una vez más, se denosta el endiosamiento a que lleva la soberbia. El primero tiene como tema de fondo uno de los mitos que alentaron las expediciones de los conquistadores españoles: la búsqueda de la Fuente de la Eterna Juventud. “De Gonzalo, Conde y Gobernador de Santiago, lo tenía todo: poder, riqueza, mujeres, favor del Emperador”. ¡Ay!, pero le faltaba algo: la juventud, pues “sus sesenta y tres años marcaban su decadencia”. “¿Por qué los poderosos hemos de morir?”, se preguntaba con rabia. Servida queda la aventura porque a sus manos ha llegado un plano que indica la ruta a seguir para encontrar la fuente de la vida eterna, secreto custodiado por los incas. La ambición es extrema, pues no solo es de riquezas. Así aparecerá un juego de ambiciones que llevará al desastre entre el Conde y sus lacayos más próximos. El Caballero del Honor nos muestra un chuleta medieval que no ha perdido ningún torneo. Por casualidad oye una conversación en la que alguien nombra a una Princesa encerrada en la torre de un castillo, y el chuleta, ni corto ni perezoso, se encamina hacia allá con el fin de liberarla. Llegados aquí podríamos decir, ¡ole tus huevos!, y bueno, huevos no le faltan al tipo porque pasa a espada hasta al apuntador, pero…, y existe el pero…, pero…



Guiños a autores con los que J.F. Illán Vivas se siente cercano y responden a su iconografía literaria (Lovecraft, Poe, Tolkien, Robert E. Howard, Hemingway, Simenon, Daphne de Maurier, Ray Bradbury, Aldous Huxley…), paso de la realidad cotidiana a la realidad fantástica u onírica con tintes góticos (sobre todo en los cuentos pertenecientes al volumen La isla y otros relatos), dosis de humor, de erotismo, mucha melancolía, pesadillas, objetos cargados de magia, alusión a sus ancestros (los Illán, los Vivas), a sus lugares cotidianos (Molina de Segura, Los Valientes, el Mar Menor…) y, finalmente, un ramillete de hiperbreves con que nos regala.

Lo dejo aquí y quien quiera indagar que indague. Siempre he dicho que cada lector tiene derecho a su lectura; yo solamente he dado unas pinceladas acerca de mis impresiones sobre el libro. Estos Cuentos completos de J. F. Illán Vivas tienen una gran riqueza y puedo decir con seguridad que quien se asome a ellos no será defraudado.

 

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Jesús Cánovas Martínez©

Filósofo y poeta

Ad astra per aspera.