lunes, 23 de junio de 2014

PARA MIRIAM

PARA MIRIAM



La noche de San Juan, de una manera u otra, siempre me ha traído regalos, dones. El mayor de todos ellos ha sido mi hija, Miriam. Porque Miriam nació a veinte minutos de la medianoche sideral, su vértice exacto, y esa noche fue benévola y dulce hasta el punto que con un suave beso le dejó su marca: un lunar bajo la axila izquierda. Miriam nació sana, robusta, tanto que, al tomarla, llenaba los brazos.
Hay algo en nosotros que perdura, y perdurara siempre, porque forma parte de nuestro ser más íntimo. No ya el recuerdo, sino la vivencia de Miriam entre mis brazos hecha presente, renueva mi apuesta por la humanidad, me reconcilia con mis semejantes, porque al abrazarla a ella abrazo a cualquier niño pequeño, su inocencia, y por su inocencia, la inocencia y bondad de todo hombre.

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