miércoles, 19 de noviembre de 2014

REFLEXIÓN SOBRE LA TOLERANCIA

En el nº 7 de la revista "Sol Negro", acerca de la cual ya he hecho mención en alguna entrada de este blog, apareció un artículo de un servidor con el título de "Reflexión sobre la tolerancia". Hace años de aquello. Sin embargo considero que la mentada "reflexión" sigue estando fresca, máxime cuando hay tantos partidarios del relativismo moral, quienes lo aceptan sin mayores criterios y obvian sus consecuencias. No soy relativista. Aquí dejo aquella apresurada "reflexión" en el intento de que sirva de soporte a la "reflexión" de cada particular, laus Deo.



REFLEXIÓN SOBRE LA TOLERANCIA



          Un valor de nuestra sociedad occidental es la tolerancia. Puesto que sabemos en qué consiste la intolerancia, podemos hablar de tolerancia. Tolerar significa respetar al otro, dejarle un espacio; recular, por tanto, no ser para que otro sea. Por eso, la actitud tolerante hay que entenderla bajo el signo de la renuncia. Yo renuncio a expandirme ilimitadamente para que el otro, que es un tú, tenga un espacio para ser. Pero su espacio ya no es mi espacio, es otro espacio, y yo lo asumo. En esta asunción del ámbito del tú aparece un juego: el del respeto. Consecuentemente, tolerar es respetar que otro pueda existir frente a mí con un espacio que le es propio, con un territorio que viene a formar parte de su esencia, de su intimidad; y desde ahí alza su voz. Como contrapartida, el otro, el tú, me limita, pero yo lo acepto porque, aceptando ese límite que me impone, yo puedo existir. Desde la pura abstracción me reduzco a concreción, por el otro; pero sólo así, siendo un ser concreto, es como yo soy: el tú me hace falta para vivir, hasta el punto que, sin él, no soy. Por consiguiente, la tolerancia se constituye en la base del diario vivir, de la posibilidad misma del grupo, el “nosotros”, o de la sociedad, el “ellos” en el que está inscrito el “nosotros” y al que mi yo se remite indefectiblemente, lo quiera o no. Ahora bien, en la reciprocidad del respeto de los espacios del yo para el tú, y del tú para el yo - eje en el que se vertebra toda posible convivencia -, los límites son corredizos, las fronteras cambian, se producen movimientos de tierras… El juego del respeto, por tanto, ha de ser normado. Mas, ¿tiene sentido la norma si alguno no está dispuesto a tolerar? Obviamente: para él no.
          Por lo expuesto, se desprende un interrogante al que urge dar una respuesta perentoria: ¿Se puede ser tolerante con el intolerante?, ¿se puede jugar con el que no quiere jugar? Si respondemos con un “”, tendremos que hacernos una nueva pregunta que nos llevará a su respuesta concomitante: ¿Cómo? Porque —¡qué duda cabe!— en el extremo de la renuncia nos deberíamos dejar llevar al matadero, al circo de los leones, sin oponer resistencia; ahora bien, frente a un miura, ¿quién es el que permanece sereno? ¿No será que la prudencia a veces es miedo y que ese miedo subyace en ciertos tipos de tolerancia? En otro orden de cosas, habría que preguntarle a ese que tolera: ¿quién eres tú para tolerar?, y ¿desde dónde toleras? Porque si tú eres alguien para tolerar es que te eriges en juez y decides lo que es tolerable e intolerable… ¿Desde dónde hablas?, te repito la pregunta. Por otro lado, si respondemos con un “no”, corremos el peligro de volvernos intolerantes… mas, oponerse a un estado de injusticia descarada, es decir, de no respeto, revelarse ante la prepotencia o la intransigencia más dañina, ¿no es acaso “intolerar” la intolerancia? De una doble negación, ya sabemos, surge una afirmación. No obstante, ¿cómo podemos pensar que la lógica de la vida es aséptica ante otros valores, o desvalores, que no sean los del respeto mutuo?… Yo he observado muchas veces en mi vida que bajo la máscara de la defensa de las libertades se esconden actitudes tan intransigentes como las que no la llevan. Y, lo que es más grave, lo sigo constatando. Por tanto, y termino con esta apresurada reflexión sobre la tolerancia, si nadie es nadie para tolerar alegremente, tampoco debería ser nadie para “intolerar” con la misma alegría, permítaseme la expresión… De cara a esta situación, ¿qué hacer?, ¿tolerar, “intolerar”, o, ambas cosas, según los momentos y conveniencias?… Responde tú. Yo, por mi parte, sagaz lector, me voy a retirar para que hable el silencio, y tú seas. Difícil es el don de la libertad, y hermoso.