miércoles, 27 de abril de 2016

CONTIGO HELLÍN: ENTREVISTA DE CHARO LÓPEZ CANTERO

CONTIGO HELLÍN: ENTREVISTA DE CHARO LÓPEZ CANTERO


Referiré una anécdota para hacerme entender en la medida de lo posible. Cuando yo era pequeño e iba a cuarto de primaria tenía un profesor que los críos conocíamos como José María El Loco. Un día este buen hombre nos puso a cantar porque quería formar un coro. Recuerdo que, mientras cantábamos aquella canción banal, con la oreja cogida con la pinza de sus dedos pulgar e índice, se acercaba a cada uno de nosotros, y luego de un sopesado juicio durante el cual meneaba la cabeza de forma sincopada y hacía significativos gestos con los ojos, nos enviaba con un alarde primoroso de su mano a una esquina de la clase u otra. Llegó a mí y puso su oreja cerca de mi boca. Me esmeré en hacerlo lo mejor que sabía, lo afirmo, en cantar bien, en merecer su consideración, su elogio (yo era de los aplicados). Duró poco el escrutinio; con solemne dictado José María El Loco, me remitió a uno de aquellos grupos, el menos numeroso, donde se amontonaban críos de los más listos, por lo que supuse que era el de los elegidos, el de los buenos.
Finalmente, al terminar de pasar su oreja por la totalidad de las bocas de los infantes, don José María El Loco se dirigió al grupo en donde yo me encontraba, y dijo, lo recuerdo como una herida:
—¡Vosotros, ya os podéis marchar!
Siempre he agradecido a las personas buenas que no me hayan tomado por subnormal al oírme hablar, porque si no sé cantar también es cierto que hablo muy mal. Y esto desde chico, que todavía era peor. Hablaba lento, gangoso e inentendible, y si me daba por correr, por hablar más deprisa para parecer normal, la cosa se agravaba: mi dicción se volvía tortuosa hasta el extremo. Esta cruz que me ha tocado en suerte supongo que morirá conmigo.
Digo todo esto porque acabo de oírme hablar en una cosa de esas en la que se embute la voz, y la experiencia ha sido horrorosa. Se me ponen los pelos de punta al recordarla. ¿Ese que habla, de verdad soy yo? ¡Si es así, vaya imagen que proyecta, que proyecto! Dan ganas de quitarle el micrófono o... ¡yo que sé!, de darle con él en la cabeza.
Sin embargo, el que hablaba, el que oía, debía de ser yo, ¿cómo iba sino a relatar cosas que pertenecen a mi experiencia? He ahí la paradoja: ¡Yo soy ése, y ése no sabe hablar, por lo que ése no puedo ser yo! Me niego. Aun así, la vanidad tiene el poder que se le concede. Ése puede que sea o no sea yo, pero me da igual. Dice cosas, que no es poco, y con ellas puedo contrastarme: Soy yo el que habla, aunque tengo mis dudas.


Gracias a la amabilidad de Charo López Cantero, la conductora del programa Contigo Hellín, un magazine que se emite en RadioHellín de lunes a viernes de 9 de la mañana a 1 de la tarde, al cabo de unos cuantos años me he reencontrado con el pueblo que me vio nacer. Resulta que Charo es prima mía y se enteró por una noticia que apareció en el periódico La Vanguardia que un tal Jesús Cánovas Martínez había publicado una novela con el título de El quinto camino. «¿Jesús Cánovas Martínez? ¡A este hombre lo conozco yo!».
Es curioso el mundo de la comunicación. La Consejería de Cultura de la Región de Murcia, de la cual depende la editorial Tres Fronteras, donde se ha publicado la novela, emitió un comunicado de prensa del que se vino a hacer eco el mencionado periódico. Charo López y el equipo de Radio Hellín, atentos a cualquier manifestación cultural que produzca un hijo de Hellín, aunque se encuentre en el fin del mundo, enterados del evento, se pusieron a localizarme. Fue fácil por el vínculo de familia que nos une a Charo y a mí. Mi hermana Magdalena le facilitó mi teléfono y pronto quedé citado para una entrevista en la radio.
Reproduzco aquí esa entrevista (martes, 26 de abril del presente). Charo está magnifica, con una gran profesionalidad aúna su preciosa dicción a una serie de preguntas y comentarios sobre mi vida, El quinto camino, Hellín, los tiempos definitivamente idos; el servidor la sigue a duras penas y se esfuerza en sacar lo mejor de la canora voz con la que le ha dotado la naturaleza. 

Pincha aquí:
CONTIGO hELLÍN: ENTREVISTA DE CHARO LÓPEZ CANTERO


http://www.radiohellin.com/noticias/locales/5121-el-hellinero-jesus-canovas-presenta-su-obra-el-quinto-camino.html




















miércoles, 20 de abril de 2016

SIRENAS EN LA NIEBLA

SIRENAS EN LA NIEBLA
ANA MARÍA ALCARAZ ROCA
EDITORIAL TOMBOOKTÚ




Conocí a Ana María Alcaraz Roca hace ya unos cuantos años. Recuerdo que era noche de primavera avanzada o de inicios de verano. En una edición de Ardentísima, de las primeras, nos habían convocado a una serie de poetas para dar un recital en San Pedro del Pinatar. Acabado el mismo, mientras tomábamos las consabidas cervezas en una terraza, me presentaron a Ana. Resultaba que Ana había ido al recital en el automóvil de otra poeta, pero a esta otra poeta le había salido un plan o no sé qué, por lo que no podía volver por el mismo camino y, por supuesto, le era muy incómodo o difícil devolver a Ana a su hogar. Sabido era que yo me volvía a Cabo de Palos, por lo que la susodicha, al hilo que me presentaba a Ana, me sugirió si la podía llevar a El Algar, localidad donde por entonces vivía mi nueva amiga, pues me cogía de paso.
Estas fueron las circunstancias “azarosas” en las que conocí a Ana, y tengo que decir que para mí fue una gran suerte, pues a partir de ese momento gané una amiga de las de verdad, sincera, noble, sin ambages, de una pieza, como se dice, con la que en un futuro tendría que realizar algunas andanzas y recorrer varios trechos en este, a veces, tan difícil y truculento camino de la literatura. Y no sólo eso, sino también en el futuro nos esperaban muchas escapadas lúdicas junto con su marido, Pepe Izquierdo, y mi esposa, Mª José. Puedo decir que los dos matrimonios hemos pasado ratos de auténtica fruición y en nuestras conversaciones han caído a nuestros pies personajes demasiado encumbrados.
Pero he de decir que lo que en principio fundamentó nuestra amistad fue eso precisamente: la pasión por la literatura. Después puede ir descubriendo otros aspectos de Ana María que me agradaban: su profesionalidad y buen hacer en su trabajo como maestra de primaria en un colegio de Los Belones donde, al hilo de sus tareas docentes, actualmente dirige la Biblioteca e imparte talleres de escritura; su entrega sin reservas a la familia, la lucha por los suyos —y hablo de familia en sentido amplio ya que ella es la mayor de tres hermanas— por los que se desvela; y es quizá esta percepción que tuvo desde muy niña, de que había seres que de alguna manera dependían de ella, que ha conformado en su carácter un alto grado de responsabilidad ante cualquier tarea acometida… Ana es mujer de fiar, no traiciona, tiene palabra y su palabra, cuando la pronuncia, la lleva hasta sus últimas consecuencias. Ana es una mujer perfeccionista con un alto grado de sensibilidad, una mezcla especial de dos virtudes que pueden, y de hecho lo hacen, dar lugar a resultados sorprendentes; quien no la conozca lo suficiente puede quedar despistado ante una aparente formalidad de trato, pero es eso algo que pronto desaparece cuando emerge la Ana poeta, sensible, la Ana afable. Una Ana María que siempre estará dispuesta a darlo todo por nada. Abrirá puertas, todas las puertas del mundo; nunca se las cerrará a nadie.
Y tengo que decir más: Ana María tiene por costumbre, casi por vocación, entregarse a causas perdidas, a ésas que otros dan por imposibles u obvian debido al viejo prurito de la comodidad. Pero que nadie se preocupe: Ana siempre se sitúa al lado de lo que estima justo, y lo reivindica con pasión, casi lo exige; no tolera el desprecio al débil ni al marginado, se subleva ante cualquier indicio de injusticia, de falta de consideración, de oprobio. Entonces la sensibilidad se le sube hasta la inteligencia, y esta inteligencia, a la vez que comprensiva de los muchos factores que conforman los contextos de las cosas, es feroz y enormemente incisiva. Es la suya una inteligencia que adelanta acontecimientos, que prevé, que intuye. Si a todo esto le sumamos una gran capacidad de trabajo, consideraremos que Ana María ha nacido para algún tipo de liderazgo, y de hecho lo ejerce, pues no es mujer que se deje manejar con facilidad, y menos aún que esté dispuesta a establecer un trato con lo que agrada al común, a la masa o aquello que se deriva de las convenciones. Ana María Alcaraz vive en el futuro, no en el presente, y si de vez en cuando recapitula el pasado, es para lanzarlo hacia el futuro. Por esto su carácter, aun pactando con la realidad, es radicalmente anticonvencional. A mí me agrada su forma de ser, por lo que la admiro y la quiero, y tengo en un gran honor que me haya brindado su amistad. Y esta última consideración, la hago extensiva a todo el mundo: Tenga la seguridad quien Ana haya elegido como su amigo, que ha tenido una gran suerte, y que sin lugar a dudas lo comprobará en el día a día y en el avatar de las circunstancias.

Sin embargo, desde el carácter de Ana María, o de la percepción que yo tengo del mismo —ella dirá— vengo a lo que me trae a escribir estas palabras: suministrar una serie de pinceladas sobre Sirenas en la Niebla, su segunda novela que ve la luz, según la percepción que yo he tenido de la misma.
Lo primero que salta a la vista es su complejidad, tanto en su trama como en sus técnicas narrativas, así también en la carga simbólica que porta y la cantidad de ejes de sentido que se imbrican en la misma, algo que sólo ha podido ser posible desde un gran trabajo de documentación y una dedicación exhaustiva a la escritura. Dicho esto, después de leer Sirenas en la Niebla queda un sabor postromántico en la boca —a mí me lo ha dejado—, la sensibilidad zarandeada desde la misma desolación con que comienza hasta su final, también desolado y en niebla:

Una niebla espesa como nata se aproximaba desde el mar y pronto envolvió los contornos del paisaje con una gasa grisácea. No sé si fue el efecto opresivo de aquellas nubes bajas o por mi decaído estado de ánimo, el caso es que se me saltaron las lágrimas. Escuché el ulular de la sirena que sonaba desde el viejo faro del promontorio alertando a los navegantes. Recordé las palabras del joven Nikolakis y me deshice en llanto.

Pero frente a esta desolación interior, aparece la esperanza. De este modo, rubrican el libro las siguientes palabras:

Pronto comprendí mi gran error, avanzando con lentitud, una silueta familiar se aproximaba. En su cara se dibujaba una sonrisa. Entonces supe que ya podía levar el ancla y reanudar el rumbo pues una sirena orientaba mi navegación en medio de la niebla. Quizá, con un poco de suerte, mi nave no volviese a zozobrar.

Son palabras de Elena Guillén, la protagonista que lleva el hilo conductor de la trama y quien previamente ha declarado que la evocación de un amor imposible es un ejercicio, además de estéril, doloroso.
El Amor traspasará toda la novela, y traspasará la niebla de la novela. Esta niebla invade a los personajes, que desde sí mismos se eluden, nunca se muestran tal y como son, escorados todos ellos hacia el naufragio, hacia el fracaso en el amor.
Desde su inicio se intuye un drama, una historia confusa, trágica tal vez. Hay un misterio a desvelar, algo que se prevé, que se presiente, algo oculto, la presencia de un secreto, quizá horrible, de familia, que fascina al lector y se convierte en leit motiv o estrategia narrativa de Sirenas en la Niebla.
 Elena Guillén vive sola en la casa familiar de Los Arenales, sita al borde de una playa frente a La Laguna, intentando reponerse de su fracaso matrimonial, una relación toxica que se ha llevado por delante diez años de su vida. Quiere reconstruir su vida, ha retomado sus antiguos estudios de Arte, pero la asolan las pesadillas y el aullido del lebeche insistente contribuye a esa sensación de sinsentido y soledad que anida en su alma. La decrepitud de la casa que conoció días más felices, el antiguo jardín en cuyos arriates se secaron hace tiempo las dalias y hortensias aumentan esa sensación. No queda nada de un pasado que barre la arena y la niebla. Se confabula la naturaleza para reforzar la sensación de pesimismo, la certeza de que todo intento de superación resulta inútil, que cualquier lucha despiadada contra el destino está condenada al fracaso. Algo dentro de mí me aconsejaba —se dice Elena—: lucha, huye, sal de este pantano, lame tus heridas al sol y toma cualquier senda; la que recorres no sigue más allá, no te conducirá a ningún palacio habitado por un príncipe que te hará feliz para siempre.

Con una velocidad de tempo adecuada, distendida en descripciones de intenso lirismo, salpicada de diálogos pertinentes, la autora nos irá mostrando el pasado de Elena, de su familia, enriquecida a finales del siglo XIX gracias al tatarabuelo Leandro Conesa, un hábil comerciante que supo adaptar su negocio de telas a la nueva pujanza económica, basada en el auge de la minería —la fiebre de la plata— en Mirabilia, la ciudad del sureste español en donde se desarrolla su vida. Desde ese tatarabuelo, casi figura mítica, artífice de la riqueza económica de la familia, en línea descendente aparecen los ancestros de Elena, y con ellos también aparece el pasado familiar que se conforma y gravita sobre la protagonista casi como una amenaza. Son personajes que en sí mismos sufren una incomunicación, esclerotizados; personajes atrapados en prisiones interiores, herederos de algo oscuro que los constriñe y encierra en pequeñas celdas donde se hace imposible la comunicación con los demás. Fracasados de alguna manera en el amor, experimentando la vaciedad, cada uno de ellos tiene su particular prisma con el que afronta la vida, su perspectiva, su casilla cerrada, y si alguno de ellos aparentemente es proactivo viene finalmente, como el polvo que se aposenta en los muebles viejos, a anclarse en una pasividad que en sí misma es destructiva. Viven como autómatas, como zombies. Prisioneros de mecanismos que no han elegido y de los que no son conscientes, todos ellos con una carga de sufrimiento más o menos disimulada, que en cualquier caso, por demasiado inmensa resultaría obsceno dejarla traslucir.
En un libro que casi por casualidad cae en sus manos, Epígonos del Movimiento Prerrafaelista europeo, Elena Guillén descubre un pintor de finales del siglo XIX del que se sabe poco de su obra y menos aún de su biografía: sólo quedan algunas fotografías de su escasa obra pictórica, doce cuadros desaparecidos o sepultados en viejas almonedas, y algunos apuntes biográficos, reconstruidos gracias a la correspondencia que mantuvo con su maestro y mentor, William Waterhouse. Este epígono del Prerrafaelismo del que apenas se sabe nada es James Philippe Hunter. Cautivará a Elena de manera enigmática, premonitoria, y la niebla vendrá sobre la trama de la novela y cautivará al lector.
Pronto a la protagonista sus padres le participan que tienen la intención de vender un viejo palacete familiar, Villa Mercurio, edificado por el tatarabuelo a las afueras de Mirabilia, el cual sólo les causa gastos y resulta imposible de mantener. La madre le entrega a Elena unas cajitas donde ha depositado una serie de objetos recogidos de la Villa que intuye pueden interesar a la hija. En una de ellas hay libros de cuando era niña; en otra encuentra las viejas artes de la bisabuela Renée, una vidente que pasaba por bruja; finalmente, en la tercera, halla unos diarios escritos en inglés por nanny, la niñera e institutriz de la abuela Esperanza, que había llegado de Inglaterra a principios de siglo huyendo de su familia por haberse enamorado de un muchacho sin posibles. Elena abre la primera página de los Diarios y lee: Tower House, 1899, May.
La sorpresa es mayúscula cuando descubre que aquel muchacho sin posibles del que se había enamorado la niñera de su abuela no es otro sino James Philippe Hunter. Comunicará su descubrimiento a César Pérez de Castro, catedrático de Arte con el que, a la vez que irá reconstruyendo la vida de Margaret Hills, la niñera, se involucrará en la investigación y rastreo de las pistas del pintor. En una incursión que hacen a Villa Mercurio en busca de esas pistas, en un gabinete secreto, posiblemente mandado construir por el bisabuelo Fulgencio para prácticas no del todo ortodoxas, entre ellas las del amor, y quien acogió a Margaret recién llegada de Inglaterra, descubren a modo de capsula del tiempo un cilindro de plata ennegrecida; cuando después de sufrir una serie de avatares logran abrirlo, encuentran en su interior cuidadosamente enrollado Flower passion, el cuadro más emblemático de Hunter del que sólo quedaba una fotografía como testimonio, y que por la correspondencia de éste con Waterhause se sabe que pintó en 1907.


Margaret Hills pertenecía a la alta sociedad de Inglaterra y no sólo fue la amante de James Philippe Hunter, sino su musa e inspiradora; sus rasgos se repiten insistentemente en toda la obra del pintor. En Flower passion queda reflejada su especial belleza, la cabellera de fuego y unos ojos esmeralda enmarcados en el óvalo perfecto de la cara; en una de sus manos, la flor de la pasión. La reconstrucción paulatina de la vida de Margaret significará de alguna manera el reencuentro que hace Elena Guillén con una identidad perdida, la reedificación de su propia persona.
Ana María Alcaraz Roca juega magistralmente con los espacios y los tiempos, y también con las voces que oscilan de la primera persona a la tercera. Y esta cadencia de espacios, tiempos y voces inspirará a la novela agilidad, fluidez, a la vez que incidirá en un misterio que se irá desvelando poco a poco como si de una trama policial se tratara. Se diferirá su solución, lo que aumentará el interés del lector; mientras tanto nuevos personajes irán apareciendo y formando parte de la novela.
Desde Mirabilia viajaremos al País de Gales, pero también hacia otro tiempo: el final de la época victoriana. Recorreremos viejos bosques de hayas prohibidos, lugares desolados y solitarios, casas herrumbradas, abadías semiderruidas, mansiones donde habitan los fantasmas, paisajes inhóspitos y salvajes que de alguna manera evocan un mundo gótico y de nostalgia, desheredados de la presencia humana, donde la belleza y la destrucción se darán la mano. Asistiremos a fiestas galantes en el Londres de finales de siglo XIX, a la presentación de jóvenes a la reina Victoria; pero también recorreremos la Mirabilia de principios de siglo XX, habitada, al igual que ocurría en la vieja Inglaterra, por la desigualdad, la hipocresía social y la impostura. Al final los espacios cambiarán y viajaremos a la Grecia actual, a una pequeña isla de las Cícladas, Sikynos. Allí se nos revelará algo sorprendente.

                                   Todos los derechos reservados

                                   Jesús Cánovas Martínez©

domingo, 17 de abril de 2016

PRESENTACIÓN DE "EL QUINTO CAMINO" (REPORTAJE GRÁFICO)

En las presentaciones de libros ocurre que asisten las personas que sabes que iban a asistir, pero también ocurre que asisten personas que no preveías su asistencia, o, por el contrario, no asisten las personas que creías que iban a asistir. Es así. En cualquier caso, siempre asisten menos de los que deberían haber asistido, o creías. Unos se excusan, lo que es de agradecer, y es cierta su excusa; otros se excusan, y es dudable su excusa, pero hay otros que ni siquiera se excusan. Estos últimos son los más. Están los que te dicen que irán a pie juntillas, y no van; pero también están aquellos que no te dicen nada, y van. Algunos querrían ir, pero se lo impide la distancia; a otros se lo impide alguna circunstancia sobrevenida; a otros simplemente se les olvida y cuando se acuerdan de que tenían que haber ido a algún tipo de presentación resulta que es ya tarde. Están los que van para que los vean, y no están los que no van por si los ven; hay otros, encomiables, que bajo circunstancias adversas, contra viento y marea, van, y otros, sin embargo, que no van bajo ninguna circunstancia, aunque regales chuches. Hablo, claro, de los buenos, de los afines, de los amigos; acerca de los tirriosos ni me molesto. Este mundillo de las presentaciones de libros es un misterio. Concurren ahí muchos extraños y difícilmente medibles factores, una fenomenología curiosa que puede ser acicate de estudio para sociólogos y estudiosos. Por esto no puedo emitir juicios de valor, ni quiero. ¿Para qué? Yo sólo quiero daros las gracias a todos los que me habéis arropado, hayáis ido o no. ¿Vale?
Por si a alguno interesare  a continuación reproduzco la presentación que me hizo Magdalena Cánovas —quien, para decirlo todo, es mi hermana, y por eso lleva los mismos apellidos que el servidor— y, al hilo, intercalo también una serie de fotos con la clara advertencia de que no son todas las que se tomaron pues fatigaría ver a un par de gordos encaramados a una mesa y adoptando diversas poses. Siento no poder reproducir lo que, cuando me tocó el turno, dije, porque no lo llevaba escrito y tampoco ha quedado constancia de ello en ningún triste y casero video.

Por último, deciros que, de verdad, os quiero.






PERSENTACIÓN DE “EL QUINTO CAMINO”, A CARGO DE MAGDALENA CÁNOVAS
15-04-16 Museo de Bellas Artes (Murcia), 20 h.

De los gordos que hablaba anteriormente

Buenas tardes a todos:
 La cita de esta tarde es para presentarles la última publicación de Jesús Cánovas, al que muchos de ustedes ya conocen. Para los que no lo conocen he de decirles que Jesús es  un excelente filósofo y un gran poeta.
Esto quiere decir que tanto su poesía como su prosa se adentran por los intrincados caminos del Ser con mayúsculas. La metafísica está presente en sus obras como no podía ser de otra manera en un filósofo. Así como la teología.
¿Por qué  “Ser” en lugar de  nada? Es la pregunta que con Heidegger se hacen los filósofos. Pero Jesús, a la vez que se pregunta por el Ser y lo piensa, lo canta en sus poemas. Por eso sus poemas son tan existencialistas, tan vitales, y su prosa tan elocuente  y tan humana.
Jesús Cánovas, canta también la muerte, porque va unida de forma inextricable a la vida. La vida la experimentamos todos los días pero la muerte sólo la experimentaremos una vez, sólo una vez en la vida, la última.
El tema de la muerte es transversal en toda su obra poética y se transluce o translumina en su prosa lírica. Pero Jesús es humano, muy humano, no diría  yo, demasiado humano como dice Nietzsche. Por este motivo su canto más excelso, más llamativo,  y que jalona todo lo que él hace, no sólo lo que escribe  es el AMOR. Amor con mayúsculas.
El Amor en todas sus formas y presentaciones es  el tema principal de su propio ser Jesús.
Platón habría tenido un problema con Jesús Cánovas, en su sociedad ideal. Sociedad en la que como todos saben, los políticos eran  los filósofos, los que buscaban la verdad, los que no amaban otra cosa que la única Verdad. Mientras que los poetas eran una especie de cantamañanas que confundían a la gentes presentándoles un mundo falso y a los que el divino Platón desterraba.
Pero claro, Platón no conoció a Jesús. Jesús Cánovas es el poeta-filósofo, el que canta el AMOR como  la única Verdad. Es  persona virtuosa en sentido socrático, preparada, por lo tanto excelente y buena. Además en  el sentido humano del término,  también es una buena persona: noble, honesto, excesivamente sincero y algo socarrón a la vez que reservado y afable. Tiene una ironía tan especial  que a veces los que nos movemos en su entorno quedamos boquiabiertos, cuanto menos los que no lo conocen, cuando ironiza normalmente quedan desconcertados. Esta forma de ser  a veces le acarrea algunos problemillas en sociedad. Pero al mismo tiempo, ironía y verdad sin velos son una mezcla explosiva que le da ese carácter suyo tan peculiar. O lo tomas o lo dejas, con Jesús Cánovas no caben términos medios.

Jesús  siempre está dispuesto a ayudar a cualquiera que se lo pida. Pero sus virtudes más sobresalientes son la generosidad y la sinceridad y éstos son los rasgos que mejor lo definen.
Como pueden ver  les estoy presentando a Jesús Cánovas con mucho amor, y sinceridad, como lo veo y como lo siento. Y para no ser excesivamente empalagosa también tengo que decirles que tiene alguna cosita más negativa, según se mire. Es una persona muy, muy tozuda. Si no defiendes tu posición con un ejercicio de lógica perfecto no lograrás convencerlo jamás. Cabe señalar también que es algo tragón, cosa que debe  ser genética, porque a sus hermanos les ocurre lo mismo. Cuando era pequeño  semana si y semana no, había que llevarlo al médico y éste siempre decía lo mismo: “Señora el niño tiene un empacho enorme”.
Se preguntarán por qué conozco tan bien a Jesús, pues porque soy su hermana mayor. Somos tres hermanos: dos bastante moviditos, lo que ahora se llama hiperactivos,  y uno muy tranquilo, Jesús, que siempre  ha sentido pasión por la lectura y los libros. Desde muy pequeño, ya consideraba un libro como una joya.
 En la adolescencia, cuando vivía en Madrid, con los escasos haberes de los que podía disponer, se iba a la cuesta Moyano a buscar y rebuscar entre los libros, y venía a casa cargado y a veces con alguna edición especial. En cuanto recibía su pequeña asignación se la gastaba en libros. Así que siempre estaba a dos velas pero feliz.
La imagen que tengo de él desde muy pequeño era verlo llegar del colegio pidiendo la merienda. Después de comerse un buen bocadillo, se ponía parsimonioso a hacer sus deberes con mucho cuidado, por eso los hacía perfectos. Después veía un rato la tele, los dibujos animados  de su época, pero pronto cogía un libro y se sentaba en el sofá a leer. Todo lo que caía en sus manos lo leía.  Los libros han hecho de él un hombre bueno y sensible, con una gran curiosidad por aprender y capaz de ver por detrás de las apariencias e ironizar. A veces se le va la mano con la ironía, pero siempre se le va de forma elegante. Y a pesar de lo pesados que se ponen los padres cuando te dicen: “Mira tu hermano qué buenas notas saca”, “mira lo responsable que es”, “Si te parecieses un poquito a él” etc., etc., (cosa que resulta odiosa), siempre lo hemos tenido como ejemplo de inteligencia privilegiada y de buen hacer  en todos los sentidos.
Con dos secretarias: Laurita (izq.) y Patri (dech.)
Con Francisco Martínez Hidalgo y Antonio Campuzano
De izq. a dech.: Mi novia, Mª José, Ana María Alcaraz, el servidor y Pepe Izquierdo
La pareja feliz con Miguel Ángel Luján y Maribel Martínez Romero
El servidor, Magdalena y Lola Díaz
Con Magdaleni Campuzano
Con Mari Carmen Cayuela


BIBLIOGRAFÍA

Jesús nació un frío noviembre de 1956 en Hellín. Es Catedrático de filosofía en el IES Juan Carlos I. Tiene publicados algunos poemarios y también prosa:
El primero: A la desnuda vida creciente de la nada, Edit. Betania,  Madrid 1989, 1ª edición, y la 2ª edición también en Betania en 1991. Un poemario sorprendente, compuesto por 61 sonetos blancos, no al uso, luminosos, de una belleza deslumbradora; en su 2ª parte, titulada: “Del fondo de tus ojos”, insuperable a mi modo de ver,  tal y como debe ser de un enamorado que canta y expresa en imágenes y metáforas, el amor hacia su prometida entonces, ahora su mujer, María José.
Kyrie Eleison, también publicado en Betania, Madrid, 1994. En él canta el sentimiento religioso y profundo que sale del corazón. Está escrito a golpes: en un primer momento, por el camino, durante una peregrinación a Santiago. En un segundo momento: En un retiro, en un convento del Desierto de las Palmas (Benicasim).  Tengo que señalar, que Jesús es un hombre muy religioso, lo que explica también la manera de abordar los temas de la Vida y la Muerte,  que hemos mencionado anteriormente.
Estridularia, publicada por ediciones Myrtia, Murcia 1999. Es un canto de grillos, muy original y simpático a la vez que dramático.
La Luz Herida, publicada en Espartaria, en Lorca, 1999. Espartaria es uno de los grupos poéticos de la región de Murcia más vitales y productivos; y del que Jesús fue cofundador.
Fanal de la Aventura, en Hipocampo, Águilas 2000. Quizá sea éste su poemario más hermético, aunque su poesía por metafísica en sí misma es hermética, los poemas de este libro se acercan a los caligramas.
Transluminaciones y presencias, en Editora Regional, Murcia 2005. Es un libro de sabor existencial y metafísico donde rinde homenaje a sus poetas preferidos. Valga la redundancia diré también que es otro libro de mis preferidos. Se percibe a lo largo de sus poemas la influencia notable de su formación filosófica, no sólo en la transmisión de ideas, sino también en el tono reflexivo que impregna toda la obra. Es un grito de la conciencia que incide especialmente en la preocupación por la muerte y la trascendencia del espíritu, aliñado con un impulso surrealista. Lo mejor del poemario es la desgarrada tortura existencial que no es más que una tortura metafísica, ámbito en el que se mueven los versos tratados sabiamente y con naturalidad.
Dulcísimas hebras de oro, publicado por Ediciones Tres Fronteras, Murcia 2009. Es un librito de relatos atormentados que se entrelazan en una trama donde el amor, la soledad, el egoísmo, el sexo, la obsesión y otros sentimientos son llevados hasta el paroxismo. En una urdimbre exagerada, hipertrófica colorista, angustiada y doliente, cuyos protagonistas parecen clamar a un padre desconocido: ¿Por qué nos habéis abandonado?
Y el penúltimo libro editado ha sido el poemario: Otra vez la luz, palomas, galardonado con el primer premio  en el decimonoveno “Premio Aurelio Guirao” de poesía,  publicado por el grupo de poesía La sierpe y el Laúd, en Cieza en 2015.
También ha sido primer premio en el  II concurso de cuentos Ciudad de Hellín, con el relato Tercer nivel.
No voy a mencionar ahora las antologías, libros colectivos y revistas en las que ha participado, pues sería abusar mucho de su paciencia, la de ustedes. Pero he de decir que lleva tres años publicando un Blog que lleva por título: “El Arco del Triunfo” (http://elarcodeltriunfocanovas.blogspot.com.es/), tal vez un título irónico, al que merece la pena asomarse por la agudeza de los temas que trata y las excelentes exposiciones que hace de la lectura de libros.
Por último, diré aunque no le guste a él, que es bastante desordenado. Es un escritor incansable. Tiene los cajones de su escritorio repletos de papeles con poemas y relatos, también la mesa y el suelo. Su mujer puede dar fe de lo que digo, y de la lucha que lleva con él en este tema. Entre tanto papel, tiene varios borradores de libros dados ya como definitivos.
Con Ricardo Cáceres
Con Conchita García-Bayonas Blánquez

Magdalena, Francisco Giménez Gracia y el servidor



Con Pepa Sánchez Saura
Con Elvira Vicente Bernabeu

Con Lauri Campuzano
Con Pablo Ayuso

Pero ahora vamos a hablar de su última publicación en Tres fronteras, Murcia 2016:



 El Quinto camino.

Esta novela la forman 146 páginas, aunque su brevedad queda compensada por su prosa de enorme calidad, y un tempo fluido a lo largo de sus trece capítulos donde aparece una gran densidad conceptual y sobre todo una enorme densidad emocional. Sus páginas, la mayoría de veces están transidas de lirismo con las que mueve intensas emociones  y en las que nos podemos ver reflejados e identificarnos con ellas cada uno de nosotros, seamos hombres o mujeres.
Fundamentalmente es un canto de amor de pareja. Tremendamente dramática, la salpican no obstante la ironía, que muchas veces cogerá desprevenido al lector, y la ternura con la que es tratado su personaje principal: Una mujer de mediana edad, todavía con la herida de una depresión que no acaba de curar, que habla en primera persona y recuerda a modo de flashback su vida pasada; sobre todo la relación con Jorge, su marido, en el período de noviazgo donde juntos intentaron recorrer el “Quinto camino”,  que es el camino del amor.
Esta historia busca la unión espiritual de tal forma que nada pueda afectar a la pareja de jóvenes amantes, ellos se hacen uno y todo lo demás les sobra, todo es ajeno a la realización que por el amor pretenden llegar. Con insólitas prácticas, o por lo menos con prácticas no al uso, van proyectándose  hacia dicha realización conjunta. Este es el hilo conductor de la historia, toda ella contada con esa narrativa lírico-poética a la que Jesús nos tiene acostumbrados. Surgirán una serie de situaciones con un personaje masculino un tanto excéntrico y el femenino de una candidez extrema. Ambos se empeñan en un equilibrio entre lo hylico y lo pneumático, no exento de juegos, sensuales y sexuales, con el fin de escapar al Destino, abriendo en el universo una especie de plan excepcional sólo para ellos.
El enamoramiento como es natural deja paso a la cruda realidad que sólo  puede ser salvada por el verdadero amor aunque a veces es necesaria una auténtica catarsis de la persona. Así,  se van sucediendo cambios profundos en el propio convivir de la pareja. Ese  impulso inicial se debilita y asoma el Yo subjetivo con su problemática más egoísta. De forma obsesiva en la protagonista, de la que no se nos dice el nombre. El subconsciente pugnará por salir con su propio lenguaje de sueños, para evitar de este modo un estallido integral de la persona. Pero hay más: ella sólo podrá salir de la depresión en que se haya  cuando se enfrente de forma, tan radical como caótica, con la muerte.
Un aspecto importante es el “Voluntarismo” del personaje masculino, que trata de traer a la actualidad y de llevar a la práctica lo que podríamos considerar el amor caballeresco medieval, o si consideramos la alquimia, una transmutación o conjiucto oppositorum de las polaridades masculina y femenina. También aquello que en nuestra Tradición esotérica occidental llama y tematiza Boris Mouravieff como el quinto camino. Otro aspecto es la fingida pasividad del personaje femenino con la que secunda las ideas de su joven y poco convencional amante.
La novela conscientemente deja espacios abiertos con el fin de hacer partícipe al lector de su trama, y enredarlo de alguna manera, de hacerlo vibrar. Involucra su sensibilidad y reflexión, la que perfectamente puede proyectar a su propio discurrir en la vida, pues  El Quinto Camino trata de temática vital, como no podía ser de otra forma en la escritura de un enorme  filósofo poeta.
Y hasta aquí las pinceladas sobre la novela. Tan sólo me tocaba descorrer las cortinas del proscenio donde se desarrolla la trama. Léanla, les va a sorprender y, ténganlo por seguro, les va a encantar.
Ahora le cedo la palabra a Jesús.
Gracias a todos por su asistencia.
Con José Antonio Frutos realizando el ejercicio (bueno para la salud) de subir un libro a la cabeza
Con Pepe Ortiz
Dos Campuzanos: Antonio y José María
Con Alfonso Flores
Con Fuensanta Ródenas

De izq. a dech.: Pablo Ayuso, Pepe Ortiz, Mª Teresa, Conchita García-Bayonas Blánquez, Magdalena Cánovas, Francisco Giménez Gracia y el servidor
Es hora de irse




martes, 5 de abril de 2016

POEMA PARA DÍAS DE LLUVIA

POEMA PARA DÍAS DE LLUVIA







Cae la lluvia fina de septiembre,

y es como si el agua en sus cristales

repicara insistiendo, preguntando

soberana en la fuga de tus ojos.


Como si fueras agua en sus cristales

reposas los jazmines de tus manos;

reposas la esperanza, las preguntas

del mundo entre nosotros derramada.


Lluvia fina, la orilla de tus ojos

precipita el recuerdo, la emoción

de nosotros; cristal en mi memoria


vivo punzando el fondo desolado

de esos grises retazos que me alejan

las sendas de tus labios y de tus ojos.



Del libro A la desnuda vida creciente de la nada. Betania. Madrid
Todos los derechos reservados.

Jesús Cánovas Martínez©